martes, 17 de abril de 2007

Clases de Sustantivos

Clases de sustantivos según su significado.

Sustantivos comunes

Sustantivos propios

Nombran a todos los seres o cosas de la misma especie, sin distinguir entre ellos: río, niño, ciudad.

Nombran a un ser o cosa en particular, distinguiéndolo del resto: Guía, Telde, etc

Sustantivos concretos

Sustantivos abastractos

Desginan seres o cosas que podemos percibir por los sentidos: luz, aroma...

Designan realidades inmateriales, que sólo podemos percibir por la mente: amor, amistad...

Sustantivos contables

Sustantivos no contables

Nombran seres o cosas que se cuentan por unidades: persona, reloj...

Nombran seres o cosas que no se pueden contar por unidades, aunque se puedan medir o pesar: arena, vino...

Sustantivos individuales

Sustantivos colectivos

Desginan a un solo ser o cosa contable. Casi todos los nombres son individuales: libro, puerta...

Designan, en singular, a un grupo de seres o cosas contables. También se pueden usar en plural: pinar, ejercito....

Comunes o apelativos:

El sustantivo llamado ‘común’ o ‘apelativo’ es la categoría gramatical que expresa la pertenencia de las cosas a alguna clase. El nombre común nos dice sobre un objeto o una persona “qué es”. “El nombre común o apelativo es el que conviene a todos los individuos de una clase, especie o familia, significando su naturaleza o las cualidades de que gozan” (A. Bello). En lógica moderna, el nombre propio denota un individuo, mientras que el común denota un conjunto o una clase de individuos.

Propios:

Individualizan y señalan las características distintivas, al contrario que los comunes: Juan, Pedro, Isabel. El nombre propio es la categoría que distingue o identifica una cosa entre los demás elementos de su misma clase. El nombre propio nos dice cómo se llama una cosa o una persona.

Contables / discontinuos / discretos:

También llamados ‘discontinuos’ o ‘discretos’, designan cosas que no pueden dividirse sin dejar de ser lo que son (árbol, mesa). Sustantivos que hacen pensar en entidades como nociones discontinuas o discretas (casa, árbol). Una parte de “una silla” no es “una silla”. Los nombres contables admiten cuantificadores numerales (cuatro) e indefinidos (mucho): dos libros, pocos árboles, cuántos coches, demasiados problemas, bastantes sillas, tantas veces, cuántos coches, más ciudadanos.

Se pueden contar y medir (cuaderno, tenedor, electricista). Sólo los nombres contables poseen un verdadero plural.

«Utilizados en singular y sin determinante, los nombres contables no denotan singular o plural, sino que implican una referencia a las características propias de todos los seres o cosas que reciben ese nombre:

Se busca secretaria (= persona que reúna las cualidades de una secretaria)

De ahí que ningún nombre contable pueda funcionar como sujeto sin que previamente está cuantificado. Sería incorrecto decir:

*Pasa vaca.

*Viene coche.

Pero es adecuado:

Pasa una vaca. Viene un coche, etc.»

[Sarmiento/Sánchez: Gramática básica del español, p. 33]

«La oposición entre sustantivos contables y no contables se reduce en buena medida a la que existe entre los conceptos de ‘número’ y ‘cantidad’ y en último extremo se remite a la división aristotélica entre forma y materia.» [Bosque 1999: § 1.2.1]

«De hecho, una de las propiedades más sobresalientes del sistema nominal español, frente al de otras lenguas, es la facilidad con la que los sustantivos pasan de la clase de los continuos a la de los discontinuos, y viceversa. Son muchos los sustantivos ambiguos entre una interpretación y la otra, lo que el léxico debe sin duda prever.» [o, cit., § 1.2.3.3]

No contables / continuos / medibles / de materia:

También llamados ‘continuos’, ‘medibles’ y ‘de materia’. Nombres que categorizan las entidades como “materia”, “masa” o “sustancia” (arena, aire, basura). Denotan cosas que pueden dividirse hasta el infinito conservando su naturaleza y su nombre (agua, vino, oro, plata). Una parte de “un poco de agua” es también “un poco de agua”. Los nombres no contables no admiten cuantificadores numerales (cuatro) o en general multiplicativos (muchos), pero sí admiten cuantificadores indefinidos (mucho): poco tiempo, mucho arroz, demasiado esfuerzo, bastante arena, tanta paciencia, cuánta basura, más alegría, menos agua.

Los nombres no contables son nombres de materia: oro, trigo, oscuridad. Usados en plural tienen sólo valor expresivo: Trajimos los oros de las Américas.

«Los nombres no contables forman complementos preposicionales sin determinante. Tenemos, pues, la interpretación continua en Hecho con manzana y la discontinua en Hecho con una manzana. Los sintagmas nominales formados con nombres continuos sin determinante introducidos por la preposición de constituyen los llamados ‘complementos de materia’: pastal de manzana, cenicero de plata, nubes de algodón. [...] Los sustantivos no contables admiten cuantificadores indefinidos, pero no cardinales. La única manera de construir secuencias con muchas aguas, varias arenas o diez panes es recatogorizar esos sustantivos como contables. Esto significa que no pueden seguir siendo nombres de materia y aceptar cuantificación numérica, ya que no cuantificamos sobre clases de individuos sino sobre magnitudes.» [Bosque 1999: § 1.2.2]

«Siempre que utilizamos el número en cuantificaciones incontables no podemos referirnos a unidades distintas: en tal caso nos limitamos a subdividir en áreas semánticas diferenciadas la continuidad significada por el nombre:

Me gustan los vinos dulces (referencia a diversas clases de vino dentro del concepto general abarcado por el concepto “vino”).

Esta señora abunda en delicadezas (referencia a actos puntuales de delicadeza, dentro del área semántica cubierta por este nombre).

Si el nombre no es divisible o no es considerado por el hablante como subdividido en subáreas semánticas diferenciadas, no admite plural. Así, con la palabra frío, sería incorrecto decir:

*Hace muchos fríos (no cuantificable en subáreas semánticas).

Pero sería posible decir:

Los fríos del Norte son gélidos (cuantificado en unidades concretas, conocidas incluso con su nombre, participando de la unidad de significado propia de “frío”).

Los nombres no cuantificables en su significado singular pueden adoptar cuantificación en plural porque se aproximan o convierten en nombres concretos:

Había luz en la sala (no divisible ni cuantificable).

«Con los nombres colectivos se relacionan los nombres que designan cosas que, por formar series de multitud de unidades prácticamente imposibles de contar, imaginamos como si fuesen una materia continua: el trigo, la sal, el azúcar, el polvo. Estos nombres, lo mismo que los verdaderos nombres de materia (como el cemento, el agua, el gas, la madera), no se pueden emplear en plural sin que cambie más o menos su significado.»

«Relaciones entre continuos y colectivos. Límites de la distinción.

Muchos sustantivos continuos son antiguos neutros latinos. Así, leña deriva de ligna, que es el neutro plural de lignum (“leño”, “madero”). La palabra leña era, pues, en su origen, equivalente a leños, pero en la actualidad no es un sustantivo colectivo, sino continuo. Designa, por tanto, una materia y no un conjunto. Lo mismo sucede con fruta, derivado de fructa (antiguo plural de fructus), que tampoco se interpreta en la actualidad como colectivo, sino como continuo. Como hace notar Morreale, herramienta ha perdido ya el significado colectivo que compartió con osamenta, vestimenta y cornamenta, y de hecho, apenas puede usarse ya como nombre de materia (mucha herramienta), frento a lo que era normal hace unos años. Esta diferencia entre las materias y los conjuntos es esencial para distinguir los continuos de los colectivos. Decimos mucha leña o poca fruta como decimos mucha arena o poco aire, pero no decimos en cambio *mucho electorado, es decir no usamos mucho para cuantificar sobre los componentes de un grupo, sino para medir una cantidad. Es frecuente que conceptos relativamente próximos se categoricen lingüísticamente unas veces como continuos y otras como colectivos. Esta es, por ejemplo, la diferencia que existe entre ganado (continuo) y rebaño (colectivo), o entre tropa (continuo) y ejército (colectivo), independientemente del número de individuos que compongan esas entidades. Es, por tanto, el comportamiento de estos sustantivos lo que justifica la existencia de estas dos clases gramaticales diferentes.

La clase de los continuos es, en unos pocos casos, compatible con la de los colectivos. Los sustantivos familia, público y escolta, junto a otros como documentación o producción, son continuos (mucha familia, poco público, demasiada escolta, mucha documentación, poca producción), pero también son colectivos: todos aceptan con naturalidad el adjetivo numeroso, frente a lo que sucede con la mayor parte de los continuos: fruta, pelo, dinero, basura. Los componentes léxicos de los sustantivos continuos y colectivos pueden concebirse gramaticalmente, por tanto, como las partículas que caracterizan a los nombres de materia, o bien como las series de individuos que caracterizan a los colectivos. La lengua permite, pues, en estos casos una doble categorización.

Los continuos rechazan el adjetivo numeroso, frente a los colectivos (*pelo numeroso, *dinero numeroso, *fruta numerosa). Es interesante que muchos de los continuos acepten en cambio el adjetivo abundante: no sólo pelo, dinero, o fruta, sino también comida, suelo, basura, lluvia, aceite, saliva, público, tierra, munición, producción, documentación, información, y otros muchos sustantivos continuos, lo que nos confirma que la lengua distingue cuidadosamente entre los grupos y las materias, y que establece clases léxicas diferentes a partir de esa distinción. [...]

Son muchos los autores que han notado que la oposición ‘continuo’ / ‘discontinuo’ es un tipo de distinción análoga a las que se establecen en la gramática de del aspecto léxico o modo de acción [Aktionsart], aplicado en este caso a los nombres en lugar de a los verbos. [...] Los nombres de materia son continuos de una forma parecida a como los estados o las actividades lo son, y los contables son discontinuos en un sentido también próximo a como los predicados de logro y consecución denotan nociones puntuales.» [Bosque 1999: § 1.6.1]

Enumerables:

Cuando pluralizamos un sustantivo también lo podemos cuantificar con un mumeral (tres libros). Los sustantivos pluralizables (libros, años) pertenecen a la misma clase que los sustantivos cuantificables, sea con indefinidos (muchos libros) o con numerales (cuatro años). Existe, sin embargo, una serie sistemática de excepciones, que se suelen recoger con el término latino pluralia tantum (literalmente “plurales sólo”).

Individuales:

Cuando las nociones se perciben como entidades simples (soldado, árbol). Expresan una sola cosa singular: perro, pie.

Las relaciones anafóricas no distinguen los sustantivos individuales de los colectivos.

Colectivos:

Cuando las nociones se perciben como entidades múltiples (ejército, arboleda). Expresan conjuntos de seres semejantes, en singular: enjambra (pero no un conjunto organizado en una entidad superio, como colmena).

Los sustantivos colectivos designan en singular conjuntos de entidades, como familia o arboleda, mientras que los individuales, que son la mayoría, designan una sola entidad, como casa o árbol. Los sustantivos colectivos no son propiamente cuantificativos.

«A veces ocurre que deseamos nombrar a “varios” seres a los que vemos formando, entre otros, “una unidad”. Hacemos uso entonces de un nombre en singular que designa como una unidad ese conjunto de seres: el ejército (conjunto de soldados), la armada (conjunto de barcos de guerra), la familia (conjunto de personas unidas por parentesco), la muchedumbre (conjunto de muchas personas o cosas), la docena (conujunto de doce objetos), el par (conjunto de dos objetos), etc. Estos nombres que significan un “conjunto” que es visto como una “unidad” se llaman colectivos.» [Seco, Manuel: Gramática esencial del español. Madrid: Espasa-Calpe, ²1989, p. 156]

«Una de las confusiones más antiguas de la historia de la lingüística es la del signo con el objeto: las palabras con las realidades que designan. Si queremos dilucidar si determinados sustantivos son o no colectivos, no constituiría una estrategia apropiada el pensar si los objetos designados se componen o no de partes análogas o de componentes similares. Lo cierto, sin embargo, es que los gramáticos no parecen insistir demasiado en esa importante cuestión. [...] Dicho de otro modo, la clase gramatical de los nombres colectivos tiene sentido en tanto podamos mostrar que la gramática es sensible a ella.» [Bosque: 1999: § 1.4.2]

«El comportamiento gramatical de los nombres colectivos se asemeja al de los plurales en ciertos aspectos relativos a la selección léxica (adjetivos, verbos, adverbios y preposiciones), y también, aunque con gran variación, en lo relativo a la concordancia verbal. Por el contrario, los sustantivos colectivos no se comportan como los plurales en lo que respecta a las relaciones anafóricas y las cuantificativas, y en general a los aspectos de la sintaxis menos determinados por las relaciones léxicas.» [o. cit., § 1.4.3]

Para las relaciones entre continuos y colectivos. Límites de la distinción, ver: no contables.

Abstractos:

Nociones complejas que no se perciben como objetos físicos (verdad, belleza).

«Se dice tradicionalmente que son abstractos los nombres que designan seres que sólo se perciben por la inteligencia, y concretos, los nombres que designan objetos perceptibles por los sentidos. Ortega y Gasset propone otro criterio de distinción: son concretos los nombres de objetos independientes y abstractos, los de objetos no independientes, es decir, que necesitan apoyarse en algo para subsistir. Una mesa, un árbol, son objetos independientes; la blancura, la honradez, sólo existen abstrayéndolas de seres que las poseen. “Como los distintos grados de concreción y de abstracción corren sin interrupción de un extremo al otro, resulta que, por la misma naturaleza del asunto, es imposible trazar la división exacta entre los nombres concretos y los abstractos. «Sustantivos abstractos y concretos: una oposición conflictiva:

Pocas distinciones gramaticales resultan tan escurridizas como esta cuando se sale de los ejemplos más claros que cabe proponer para cada una de las dos clases. Existen serias dudas sobre si tiene sentido mantener propiamente la distinción, puesto que muchos indicios hacen pensar que la clasificación debe sustituirse por otras de abarque más específico. Paradójicamente, la noción de ‘nombre abstracto’ resulta poco concreta para ser aprehendida en los términos que la gramática pueda aceptar o comprender. [...] Todo parece indicar que la gramática no concede particular relevancia en sus esquemas formales a la clase específica de los sustantivos abstractos entendida como tal, es decir, como una división paralela a otros como ‘contable/no contable’ o ‘individual/colectivo’.» [Bosque 1999: § 1.5.1]

«Interpretaciones genéricas y referentes imaginarios: Se consideran a veces ‘abstractos’ los sustantivos de referente imaginario. Habrá quien sonsidere ‘concreto’ el sustantivo barco en el sintagma El barco que está atracado en el muelle, y ‘abstracto’ el uso del mismo sustantivo en El barco con el que soñé ayer nunca ha existido ni existirá, pero lo cierto es que la gramática no asigna a estas interpretaciones clases léxicas distintas. [...] Cuando decimos que El caballo es un cuadrúpedo no estamos tampoco usando caballo como “sustantivo abstracto”, sino interpretando el sintagma nominal el caballo con un valor genérico. La prueba más clara de que ni estas ni las anteriores constituyen clases léxicas de sustantivos la proporciona el simple hecho de que cualquier nombre puede recibir tales interpretaciones si se dan las condiciones sintácticas y semánticas adecuadas.

«Es antigua la idea, a mi entender muy bien encaminada, que sugiere que la división entre contables y no contables se cruza con la división entre concretos y abstractos. [...] La división entre concretos y abstractos es mucho menos central en el sistema gramatical que la división entre contables y no contables y que, de hecho, puede remitirse en parte a ella: tanto los continuos como los discontinuos pueden aludir a clases de objetos materiales e inmateriales, sin que esta diferencia tenga una manifestación especial.» [o. cit., § 1.5.2.3]

Concretos:

Nociones que designan entidades materiales (flor, casa). Ver: abstractos.

Genéricos:

Nombres genéricos son aquellos en los que no se hace referencia a objetos individuales, sino a clases de objetos.

«Genérico: Común a los elementos de un conjunto: ‘Árboles una palabra genérica que incluye al pino, al manzano, al cerezo y a otros.» [Diccionario didáctico de español. Intermedio. Madrid: Ediciones SM, 1993]

«Genérico: Que es común a muchas especies: bajo el título genérico de ejército se agrupan distintos cuerpos militares.» [VOX: Diccionario para la enseñanza de la lengua española. Universidad de Alcalá de Henares. Barcelona: Biblograf, 1995]

Cereal es un sustantivo genérico (frente a trigo, centeno, etc, que son sustantivos específicos). Con frecuencia hacemos uso de los nombres en singular para designar, no un solo individuo, sino en general todos los que constituyen la clase entera a la que conviene ese nombre: El alemán es más laborioso que el español; El perro es el mejor amigo del hombre.

Cereales: alimento elaborado con grano de cereales. Los niños desayunan leche con cereales.

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